El hacedor  

Para hacer todo lo que hizo, a Brochero le hubiera incomodado la aureola con que ahora lo dibujan en las estampitas y en los cuadros que se venden a dos pesos en las santerías y las procesiones.  Algunos están convencidos de que fue un santo; lo que es seguro es que fue un tipo laburador, como se dice ahora, de esos que no esquivan el brazo, ni ahorran transpiración.

Brochero fue, antes que nada, un hacedor, un empírico neto.  Un hombre con callos en las manos que confiaba en la idea vieja del progreso, que tenía una tarea evangélica pero que buscaba concretar sueños materiales: más caminos, más remedios, vías para que avancen los trenes y escuelas para que caminen las ideas. “Brochero tiene razón”, afirmaba en 1914: “Los departamentos del oeste necesitan la línea férrea.  La montaña los asfixia. Es preciso dominarla. Y para ello se necesita estremecer su entraña al paso de la bestia de los pulmones de acero”.

El cura serrano se valía también de la prensa para su misión, escribió una carta de lectores enviada a La Voz del Interior en enero de 1911 y en ella expresaba lo siguiente:

Señor director: Mi querido amigo, el 1° le escribí una carta y en ella le adjuntaba dos notas para el ministro de Hacienda y le pedía que me las publicara en el diario, y como hasta ayer no han salido temo que mi carta no halla llegado a sus manos. Y si es así, me considero frito en grasa de potro, porque no he dejado copia de ella”.

En las cartas al ministro provincial de Hacienda y Obras Públicas, Eloy de Igarzábal, le reclamaba la apertura de un camino a Panaholma, cerca de Mina Clavero.  Ante la evidente falta de respuesta del funcionario a cartas anteriores, en su misiva al Diario Brochero le sugería con picardía: “ En Santa Rosa del Río Primero (donde se hallaba en esos días) algunas personas maliciosas piensan que es el ministro el que no quiere hacerme la cortesía de contestarme, pero yo no pienso así, (pienso) que el secretario ha echado al canasto mis multitudes de notas, sin enseñárselas al ministro” concluía conciliador.

Mucho tiempo después, el espectacular camino de las Altas Cumbres concretó la visión de un soñador quien, antes de que la dinamita abriera la roca, acostumbraba cuzar la montaña a lomo de mula.  El cura Gabriel Brochero, pionero terrenal de Traslasierras, fue el autor de innumerables reclamos y pedidos a las autoridades, gracias a los cuales se construyeron o se mejoraron cientos de kilómetros de caminos.  A él se debió también la llegada del ferrocarril a Villa Dolores,  “Déjese de zonceras”, le contestaba en 1914 a un cronista que fue a entrevistarlo en su retiro transerrano,  “¡Qué va a venir a verme a mí, que no valgo nada!”, exclamó.

Orejón, no muy agraciado, con sombrero campesino y sin más compañía que una mula, tal vez terca como él, en una época donde la buena estampa parece verlo todo, el Cura Gaucho de Traslasierras igual sigue imponiendo su categoría de símbolo.