Son las 12 de la noche, estamos agotados
de todo un día de trabajo y una criaturita enrojecida por el llanto se resiste a dormirse.
Lo tomamos en brazos y le cantamos una canción. Parece que ya se ha callado, la
depositamos con sumo cuidado en la cuna...Ya está dormido! Sólo nos falta retirar la
mano y... Justo cuando perdemos su contacto, un berrido invade la noche. De nuevo repetimos
la misma operación una vez y otra más. Es una escena cotidiana de las múltiples que se
reparten a lo largo de la jornada. El llanto suele ser la principal causa de
preocupación
para los padres. La inquietud crece, sobre todo, cuando no sabemos qué le pasa al bebé o
qué quiere. Menos mal que aprendemos a distinguir los diferentes tipos de reclamo que nos
dirige con una rapidez asombrosa. Es cuestión de días. Mientras tanto algunas, pistas nos
servirán:

Suelen ser lloriqueos que empiezan despacio, pero que aumentan si
intentamos distraerlos. Otras señales como los ojos empequeñecidos nos ayudarán a
darnos cuenta de que quiere descansar.
Son auténticos gritos en un tono muy enérgico y exigente. Ponerlo al pecho lo
calmará enseguida.
Los quejidos suenan a protesta. Desaparecen en cuanto nos acercamos a él ,
nos oye y nos siente. Si no acudimos, aumentará más y más el desconsuelo.
Empieza con un lamento prolongado al que le sigue un período de contención de
la respiración y más llanto.
Se caracteriza por ser breve e intenso al principio; después decae y vuelve a
subir.
Una teoría afirma que los llantos de última hora de la tarde son la
respuesta necesaria de un sistema nervioso inmaduro que recibe una gran cantidad de
información y de estímulos durante el día. El bebé se desahoga así.
"Bailar con él por la
habitación, cantando o poniendo una música suave. Suele funcionar. Les encanta que los
hamaquen".
"Realizar un masaje
relajante que consiste en acariciarle la barriguita, la espalda, la colita, los brazos y
las piernas".
"Les apasiona
viajar. Una vez subido en el cochecito y después de un paseo se le pasa todo".
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