
Toda una vida a 2000
El 24 de mayo de 1973 no fue un día más en la ciudad de Córdoba.
Ese día, Olga Beatríz Olave de Bueno daba a luz a Rodrigo, su primer hijo. El
descendiente que le daría al apellido familiar fama y reconocimiento popular. Rodrigo
pasó su infancia en el barrio Gral. San Martín de la capital cordobesa. Rodeado del amor
de los suyos, fue feliz. Pero sus primeros años de vida no se parecieron demasiado al
que tuvieron sus compañeros de escuela. El no jugaba con autitos, se volvía loco por un
micrófono de madera que le habían regalado y que nunca imaginó que sería su compañero
de la vida. A los diez años ya participaba de certámenes escolares y era la estrellita
de cuanto colegio pisaba. Se destacaba... como lo hizo durante sus veintisiete años de
vida. Mientras sus amiguitos dedicaban las noches de los fines de semana a salir por las
calles de la capital del cuarteto o ponerse de novios en algún "asalto"; él
acompañaba al grupo "Chébere", el más importante de esa época, en sus giras
por toa la provincia. En poco tiempo se convirtió en una suerte de mascota para la banda
y logró que los músicos lo invitaran a cantar en varias oportunidades sobre el
escenario. SIN DUDAS, UN ARTISTA DE RAZA EN POTENCIA. Desde siempre tubo referentes
claros. La Mona Jimenez fue su ídolo indiscutido. Gracias a él aprendió a querer esa
música nacida de la fusión del pasodoble con la tarantela en los años ´40. Juanita de
Jimenez lo tuvo en sus brazos cunado aún era un bebé y Carlos fue quien le enseñó
algunos de los secretos de la profesión.
El debut
Ya
adolescente, Manto Negro fue el primer grupo que lo tuvo como líder y por el cual
abandonó la primaria. Cursaba séptimo grado cuando decidió hacerle oídos sordos a esa
férrea vocación que mamá Beatriz siempre apoyó. "Le dije a la maestra que iba al
baño y no volví nunca más. Los útiles aún deben estar esperándome", contaba
orgulloso sobre aquella mañana en la que cambió los libros por... partituras. Su
espíritu guerrero y de artista le brotaba de las venas. UN GRANDE DESDE LA CUNA. Una
vocación a la que no se le podía poner un freno. "La foto de tu cuerpo" fue el
primer hit que creó como profesional. Inspirado en un gran amor, decidió plasmar con su
música sus juveniles desventuras amorosas. Así lo hizo siempre. "Mis letras hablan
de la vida. De lo bueno y de lo malo. De lo alegre y de lo triste".

El compañero
Eduardo
Alberto "PICHÍN" Bueno, su padre, fue quien lo hizo conocer a distintos
artistas del mundo de la música. Su trabajo en una importante discográfica le permitió
cosechar contactos, que fueron aprovechados para darle el puntapié inicial a la carrera
de su hijo. "Pichín" no estaba de acuerdo con que Rodrigo abandonara sus
estudios. Consideraba que un título universitario iba a ser muy importante para su
desarrollo y, fundamentalmente, conocía los pro y los contra, lo sacrificado de las
reglas del mundo del espectáculo. "No estaba demaciado contento con mi trabajo, pero
logré convencerlo y terminó apoyándome. Fué mi gran compañero y la persona que mejor
me asesoró para no cometer grandes errores", reconocía el cantante.
Operación Buenos Aires
Siempre
tuvo una meta: conquistar Buenos Aires. El no se conformaba con su Córdoba natal, aunque
su ego se ponía de pie cuando sus coprovincianos agotaban las entradas para verlo actuar
en vivo. El 5 de abril de 1991 aterrizó en la Capital Federal con las valijas llenas de
ilusión y, como es obvio, de cuarteto. "Fantástico Once", uno de los bailes
más importantes de la cuidad, fue el sitio elegido para el debút.
Exitaaaaaaaaaaaaaaaaaaaso!!! Fue el gran empujón para su carrera que ya no supo de
pausas. Trabajador como pocos, creativo como nadie, el hombre popular dejó paso al
ídolo. NACE UNA GRAN ESTRELLA.

Sin consuelo
A
mediados de la década del noventa, el chico del barrio San Martín sufrió uno de los
golpes más grandes de su vida: la muerte de su padre. Minutos antes de realizar una de
sus actuaciones en el gran Buenos Aires, "Pichín se descompuso en la puerta del
baile. Tenía la costumbre de acompañar a su hijo a los shows y tomarse muy a pecho los
vaivenes de la carrera artística. El corazón no soportó y dió por terminada esa vida
de tan solo 47 años. "El espectáculo debe continuar" proclama una arbitraria
máxima de los shows business. Rodrigo la cumplió al pie de la letra. Aún con el
fallecimiento de su padre, el ídolo siguió cantando con todo el dolor imaginable a flor
de piel. Se iba su gran compañero. Su gran consejero. SU PADRE.
Sus amores
En
1996 editó "Lo mejor del amor", su pasaporte al éxito con mayúsculas. El disco
que marcó el camino hacia el estilo que cultivó en su carrera. Ese estilo que alterna
los temas comprometidos con la fiesta cuartetera. Fué en esta época cuando ya todos lo
llamaban "El Potro", ese apodo con el que fanfarroneaba dada su connotación
sexual. Carismático y fachero, ¿qué más necesitaba para conquistar una mujer? Ganador
en el amor, jamás estuvo sin pareja... aunque muchas veces confesó no haberse nunca
enamorado. Pero su gran amor, además de la música, fue sin dudas, su hijo Ramiro:
"es lo más grande que me pasó. Desde que él nació mi vida tiene un antes y un
después". A pesar del poco tiempo que le dejaba su trabajo, siempre dejaba un hueco
en su agenda para verlo, mimarlo y malcriarlo, como corresponde: "me mato en el
laburo para darle todos los gustos, quiero que sea feliz", se justificaba.

Solidario
Jamás
dejó de colaborar con aquellas obras de bien público que lo convocaban. Repartía
juguetes, concurría a hospitales pediátricos y donaba conciertos para
fundaciones de
ayuda a carenciados. A veces con un micrófono delante, otras, en forma anónima. Aún
resuenan los ecos de la emoción que produjo cuando le cumplió el sueño a una nena
enferma de leucemia: "El Potro" le compró su ansiada cajita de música, se la
entregó y se alejó hacia un baño para llorar en soledad. "Yo tengo todo, ella...
no tenía nada". Así era: sencillo... y sensible.
La inmortalidad
Cuesta
creerlo. Parece un sueño, una pesadilla que culminará al amanecer. Sin embargo, en la
madrugada del sábado 24 de junio de 2000, el destino puso fin a su vida física. Solo es
un adiós pasajero porque Rodrigo cuenta con la ventaja de los artistas: su obra
permanecerá vigente por siempre. La música de La Barra, su grupo de cuarteto favorito,
sonaba en la compactera de su camioneta. Rodrigo había pedido que sonara el tema "No
quiero que te vayas"... casi una premonición a lo que todo un país gritaría
minutos después. Rodrigo Bueno pasó a la inmortalidad. Dejó este mundo en el mejor
momento de su carrera. Luego del récord de ventas de su último CD "A 2000",
luego de los trece conciertos en el Luna Park y luego de haber llegado a la cima de su
carrera. Sin embargo, para todos, de alguna manera sigue vivo. Por eso nunca dejes de
cantar aquello de "¡No te olvido, no, no, no, no!!!" Se fué Rodrigo, murió el
hombre, nació el mito.

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